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sábado, 29 de junio de 2013

MOMENTOS



A medida que la primavera asomaba su cara en las calles,  ella salía a fatigar veredas, caminando la tarde con paso dinámico, grácil,  pero sin perder la sorpresa  que pudiera hacerse presente en cualquier umbral. Sentía necesidad de ver cosas, conocerlas, tocarlas, y en esas caminatas diarias no perdía de vista el cabeceo de los sauces que se alineaban en la avenida del pueblo, rematándola en una doble hilera, ni los jardines que comenzaban a florecer.
Y sentada en un banco de la plazoleta, asistía a la victoria de un septiembre ventoso, e  inauguraba en sus ojos la mancha  de multitud de hojas verdes muy pequeñas con fondo de cielo azul, que daban la vuelta en una esquina.
Tan dinámico era su andar, que a veces el pasto tierno todavía mechado por amarillos del invierno, salpicaba sus piernas,  y los bolsillos de su short se iban hinchando con los sonidos de la calle y la plazoleta, esos rumores que sólo  se descubren en un pueblo tranquilo, cuando el oído no percibe  más que la naturaleza que todavía sobrevive en lo que todavía no es una ciudad.
Una tarde, ella volvió con algo más que arena en los pliegues de su blusa, y con alegres movimientos  se sacudió toda una plaza en la cocina.
Ella se dio cuenta de aquello, porque creyó escuchar, bajo la mesa, las voces unos niños, y le pareció que entre los estantes las copas vibraban  por el picar de una pelota.
Abrió los brazos  y miró a su madre disculpándose:
    -No sé que pasa mami.   Solo salí a caminar.
   

 roberto angel merlo

martes, 4 de junio de 2013

CONTENIDO



Creo que es un problema de contenido, ya no se trata de fórmula verbal ni estrategia literaria, sino, de  encontrar  el abrazo  que sacie el hambre que me desvela.
Se trata de hallar  una sílaba cualquiera que nos  involucre., pues, no hay lugar para literatura vegetativa.
Ahora, hay que edificar con los acentos,  borrar la nostalgia, agarrar coraje, y no dejar ni un sorbo de vino mal bebido.
 No basta con amasar las más etéreas palabras, sino de abrir puertas, repartirnos migas, espulgarnos, y hacer huertas, inventar la rueda, descubrir nuevas leyes de gravedad.
Debemos  robar espinas en los jardines de la  incertidumbre, y al fin, borrar el punto final de los cuadernos.
Por eso,  está decidido: tus palabras serán mi espejo,    en el me afeitaré, me cortaré las patillas, me pondré  loción en las mejillas, buscaré en mis  recuerdos lo que no he dicho.
En tus palabras he de verme recién bañado, recién nacido. En él hallaré las contiendas pendientes, lo inhecho, lo imposible.
Sobre cada palabra tuya querré descubrirme renovado. Sobre tus acentos organizaré la gran revuelta.
Está decidido, tus palabras serán mi espejo, el reflejo de lo que tengo puertas adentro. 
Tal vez mis frases se pierdan mañana, y la historia haga una de sus jugadas,  y todo pase a engrosar el gran muro de la nada.


roberto angel merlo