Somos objetivos
cuando juzgamos a los demás? ¿y cuando evaluamos nuestros actos? ¿Podemos
separar la paja del trigo cuando algo o alguien nos lesiona emocionalmente? Mi respuesta es un no rotundo.
Nadie
es objetivo cuando debe juzgar al
prójimo porque de la propia
subjetividad es imposible ser objeto y sujeto simultáneamente.
No
estaría de más intentar, lograr un
acercamiento a esos procedimientos que traen paz al espíritu y tranquilidad a la
conciencia.
No
somos santos, ni falta que hace, pero la posibilidad de ponerse en el lugar del
prójimo nos hace más grandes, más maduros y más inteligentes. No se trata de
exagerar y justificar crímenes, asesinatos, abusos y aberraciones, nadie habla
de ofrecer siempre la otra mejilla al cachetazo de la prepotencia ajena, pero
sí es factible conocer las causas reales que empujan a algunos seres humanos a
cometer actos desconcertantes.
El
mundo no es sencillo ni está poblado de
seres transparentes que muestran sus pasiones sin ningún disfraz.
Estamos
en un complejo planeta lleno de trampas, contradicciones y conflictos de difícil solución, desarrollados por millones
de individuos con endiablados estados de
ánimo.
Abarcar
y comprender tanto caos es imposible, pero hacer el trabajo cotidiano sin prisa y sin pausa para
equivocarse lo menos posible es lo mejor de la vida.
La
búsqueda perpetua de una explicación es mucho mejor que el desánimo del
escepticismo.
La
mayoría de nosotros no llegaremos a desentrañar toda la verdad del
comportamiento de la gente que está en
contacto con nosotros.
La
perfección no existe, pero su búsqueda nos ennoblece, da sentido a nuestra vida
y en todo caso vale la pena intentarla.
Y eso seguramente puede lograrse
en las aparentemente pequeñas cosas de la vida. . No somos perfectos, pero
podemos ser un poco menos tontos.
r.a.m